Hay quien ve la Solheim Cup como un obstáculo, una responsabilidad añadida en la sobrecargada lista de tareas de las jugadores profesionales, una competición demasiado alejada de los cánones habituales del golf actual, un escenario que saca vergüenzas y pone en evidencia. Sin embargo, la inmensa mayoría de las golfistas que han tenido la suerte de disputarla la consideran una experiencia que forja y marca, que sirve para estrechar relaciones y recuperar la pasión de las competiciones por equipos de las etapas formativas de su carrera, que refuerza la confianza y ejerce de puerta hacia nuevos logros profesionales. Ese fue el caso de Ana Belén Sánchez, profesional malacitana que siguió los pasos de Raquel Carriedo y Paula Martí y se convirtió en la tercera española en jugarla, para quien esta competición bienal por equipos que enfrenta a Europa y Estados Unidos sirvió de umbral decisivo. Para ella, la Solheim Cup supuesto un sueño cumplido, aunque no buscado de antemano, que llegó en la edición de 2003 disputada en el campo sueco de Barsebäck.
“La verdad es que de amateur no llegué a soñar con la Solheim Cup. Me pasé a profesional en 1998 y todavía no la había jugado ninguna española, y en aquella época tampoco estaba muy al tanto de este torneo ni sobraba la información al respecto”, explica la malagueña, que se ganó su plaza en el equipo gracias a su buen juego y la tranquilidad con que afrontó el proceso de clasificación.
“Me metí el equipo por méritos propios, pero no tenía expectativas previas y no era mi finalidad. Había salido de una operación de rodilla y ese año, por así decirlo, todavía andaba «renqueando» un poquito. Iba jugando tranquila, sin ninguna expectativa a largo plazo porque había salido de una operación de rodilla que me había tenido cuatro meses en el dique seco. Jugar sin ninguna presión y sin ningún objetivo a corto plazo me sirvió para firmar buenos resultados: unos cuantos top ten, algún subcampeonato… Cuando ya se va acercando la fecha de la Solheim y ves que estás dentro y que no te pueden adelantar es cuando de repente dices ¡ostras! Fue un gustazo enorme”.
“Dos o tres meses antes de la Solheim vieron que estaba clasificada y empezaron a hablar conmigo para planificar entrenamientos, ver las parejas, la ropa, etc. Llevaba un par de años jugando muy bien, pero tampoco es que tuviera una relación estrechísima con las jugadoras de la élite. Conocía sobre todo a Elisabeth Esterl y a Iben Tinning por nuestra carrera amateur. Con las demás, yo creo que había jugado dos veces con Laura Davies y con Annika nunca, así que me dije que tenía que vivir todo aquello a tope. «¡Tú tira para delante y que sea lo que Dios quiera!».
Con ese espíritu decidido, Ana Belén Sánchez quiso vivir la experiencia al máximo y, de hecho, no habló sobre la Solheim con Paula Martí y Raquel Carriedo, sus antecesoras españolas en la competición. Aun así, se encontró en el equipo con una aliada bienvenida.
“La verdad es que no hablé con ellas. Era una experiencia que quería vivir yo desde el principio sin ningún feedback exterior, desde cero. No obstante, y aunque era la única española clasificada, en el equipo de apoyo vino Ana Larrañeta [actual directora del LET Series), que es una de mis mejores amigas y siempre he viajado con ella. Tenerla allí me ayudó muchísimo”, recuerda Sánchez.
Con la sueca Catrin Nilsmark al timón, el equipo europeo contaba con una combinación equilibrada de talento, calidad, juventud y veteranía en un contingente multinacional con Annika Sorenstam y Suzann Pettersen como líderes, y Laura Davies, Sophie Gustafson, Catriona Matthew, Elisabeth Esterl, Iben Tinning o Ana Belén Sánchez como jugadoras más destacadas.
“La pareja que formaron Annika y Suzann Pettersen en aquella Solheim fue espectacular, comparable al que formaron Seve y Olazábal. Suzann es pura competición y para ella la Solheim es lo más, y Annika, qué te voy a decir de Annika, una de las mejores de la historia”.
Ana Belén se estrenó en la Solheim Cup en los fourballs del segundo día formando pareja con la escocesa Mhairi McKay. Sus rivales, Beth Daniel y Juli Inkster en un duelo de rookies contra veteranas.
“Me hubiese gustado jugar el primer día, pero la capitana consideró más adecuado confiar en jugadoras con más experiencia. Llevaba desde el lunes con mucha ilusión y no poder jugar hasta el viernes por la tarde se me hizo larguísimo. Además, cuando nos dimos cuenta de la pareja que nos tocaba pensé… Bueno, a disfrutar, a pegar buenos golpes y a tirar para adelante. Ellas se mostraron encantadoras, se portaron muy bien, pero nos superaron claramente. Eran superexperimentadas y habían jugado juntas miles de veces… pero lo disfrutamos mucho”, rememora la española.
En la decisiva jornada de individuales, Ana Belén se enfrentó a Michele Redman en un partido que la estadounidense se llevó gracias a una regularidad apabullante.
“Sabía que Michelle no pegaba mucho pero que iba muy recta y no tenía puntos débiles. Si hacía un bogey iba a ser un milagro, pero es que me ganó en el 17 con 17 pares. Conseguí ponerme uno abajo llegando al 17, pero en ese hoyo remató el partido. Lo bueno es que, cuando terminé, Annika se acercó y me dijo que había jugado espectacular y que había aguantado como una jabata, que habían estado siguiendo mi partido, y eso a mí me dio mucho ánimo. Perdí, pero con las botas puestas”.
Por detrás de su partido, la escocesa Catriona Matthew ganaba a la estadounidense Rosie Jones y situaba en el marcador el punto 14,5 que otorgaba el título a Europa. Los partidos posteriores se concedieron (a la jugadora que lideraba cada partido hasta ese momento) y Europa terminaba imponiéndose por 17’5 a 10’5, el margen más abultado hasta ese momento en la historia de la competición y la culminación de una semana intensísima que Ana Belén pudo compartir con su familia.
“Fue una de las semanas en las que menos he dormido en mi vida, porque con la tensión no hay manera. Además, tuve la suerte de llevarme a mis padres, que eran la primera vez que salían de España para verme jugar, y además de los compromisos con el equipo, prensa, etc. también tenía que estar pendiente de ellos, que no hablaban inglés. Cuando volví a casa el lunes no sé el tiempo que me tiré durmiendo porque acabé fundida”.
Aun así, el cansancio no fue, ni mucho menos, lo único que se llevó de la Solheim Cup. Ana Belén Sánchez notó un cambio en la percepción de los medios hacia ella y, sobre todo, adquirió una experiencia que se reflejaría posteriormente en las victorias que logró en 2004 (Open de Italia) y 2005 (Lalla Meryem Cup).
“Después de la competición sí note más interés de los medios hacia mí, aunque en aquella época el golf femenino no tenía mucha trascendencia mediática porque ni siquiera se emitía el LPGA Tour o el LET, lo que nos dificultaba la consecución de sponsors. En el plano profesional, la Solheim Cup me ayudó a coger mucha más confianza en mi juego y a creer que podría conseguir más cosas. Me acuerdo de que en la fiesta posterior Dale Reid me dijo: «Ana, toda jugadora que juega la SOlheim y no ha ganado aún un torneo lo gana al año siguiente». Y yo decía: «Ya llegará cuando tenga que llegar, no es necesario meter más presión», pero ella insistía… y lo cierto es que llegó. Cuando gané en Italia ella estaba allí y le dije que era bastante bruja. Lo cierto es que la Solheim Cup te da más confianza y te crees que puedes hacer muchas más cosas”.
Otro aspecto que marca de la Solheim Cup y que la convierte en una experiencia inolvidable es la recuperación de ese espíritu de equipo de la época amateur, una vivencia compartida inolvidable.
“A nivel profesional no se juega por equipos, a diferencia del campo amateur que haces más piña con tus compañeras. Algo muy bonito es recuperar ese aspecto del mundo amateur y volver a compartirlo con compañeras con las que ya jugaste en su momento. El ambiente que había en la sala del equipo era espectacular e hicimos mucha piña. Recuerdo con cariño la mesa de ping pong que teníamos allí y las partidas que nos echábamos”, añade la golfista.
Con la Solheim Cup 2023 de Finca Cortesín en el horizonte, Ana Belén tiene claro qué le diría a una jugadora que afrontara su estreno en la competición.
“Que la disfrutase al máximo, que intentara no presionarse. Si se centra en disfrutar el juego sale solo. Muchas veces nos presionamos demasiado ya que queremos demostrar por qué estamos ahí, que lo merecemos o por qué nos hemos clasificado, y el juego no es el que sueles hacer. Que disfrute al máximo de cada segundo. Es un evento especial y la presión se multiplica por cien, y si le añades esa presión autoimpuesta, se hace muy complicado. Hay que disfrutarlo y vivirlo”.
En cuanto a las expectativas relacionadas con la Solheim Cup 2023, Ana Belén Sánchez tiene claras sus prioridades y rescata una referencia histórica del golf español.
“Espero que sea un gran revulsivo para el golf en España, aunque ya hayamos ganado mucho terreno con respecto a hace 20 años. Espero que sea como la Ryder Cup de 1997 en Valderrama, que abrió los ojos a mucha gente que se dio cuenta de lo buenos que éramos jugando y organizando. Que sea también un gran revulsivo para la Costa del Sol. En Málaga tenemos muchísimos campos de gran calidad que atraen al turismo, y la Solheim puede ser un reclamo adicional maravilloso. Y que sea, sobre todo, un revulsivo para el golf femenino y que sirva para equiparar premios. Yo estuve entre las mejores del Ladies European Tour, pero el dinero que gané no fue ni mucho menos una barbaridad. Espero que la Solheim Cup sirva de refuerzo y que haya más igualdad también en ese aspecto para las jugadoras del futuro, como está ocurriendo en el tenis, y que les ofrezca visibilidad adicional para atraer más apoyos y patrocinios. El golf femenino es precioso de ver y los aficionados pueden sacar mejores enseñanzas incluso. Espero de la Solheim Cup de 2023 que las chicas empiecen a tener la difusión que merecen, porque hay muchas niñas que se lo están currando muchísimo”.
Con estas palabras llenas de emoción y sentido común cierra la entrevista Ana Belén Sánchez, directora de la Escuela de la Academia de Golf Miguel Ángel Jiménez y embajadora de la Solheim Cup 2023. Todos los implicados en la organización de esta competición lucharán para todos sus buenos deseos se hagan realidad en apenas dos años.