Mucho se ha escrito ya sobre la oportunidad que para España y en particular para la Costa del Sol supone albergar un evento de la repercusión mundial como es la Solheim Cup. No es por tanto necesario glosar en esta columna la importancia que un acontecimiento golfístico de tal magnitud ha alcanzado desde su primera edición en 1992 tras el empeño incansable de una figura ya histórica como Karstein Solheim, nacido en Noruega, de nacionalidad estadounidense, diseñador de palos de golf y empresario, quien fuera inducido al “World Hall of Fame” en 2001 en la categoría de “Lifetime Achievement”.
En mi opinión el golf español consuma un objetivo fundamental para su crecimiento a corto y medio plazo, y ese no es otro que la promoción del mismo desde el granero donde más potencial de progresión tiene, el golf femenino.
Si bien otros países de nuestro entorno como Alemania, Suecia, Holanda o Francia son aquellos con los números absolutos más altos de jugadoras federadas -145,000 de media-, y otros como Austria, Suiza y Estonia (también Alemania) son aquellos con los porcentajes de jugadoras más altos sobre el total de jugadores -en torno al 36% de media-, España aún tiene un camino ilusionante por transitar, ya que nuestro número de jugadoras federadas está alrededor de 64,000, lo que representaría un 27% del total.
No podemos olvidar además que el incremento del golf entre el sexo femenino tendría un efecto palanca sobre los jugadores más jóvenes, cuyo número -sin duda- debería verse acrecentado, y ello a pesar de que España sí está muy por encima de la media europea -12% vs. 8%- en los registros de las categorías de menos edad.
El segundo gran objetivo que la Solheim Cup debería ver cumplido respecto al sector del golf en España es la confirmación de que la industria alrededor de los campos de golf y del resto de subsectores e instalaciones que la complementan, ya sea en su modelo más social o en el turístico cuya incidencia en las economías locales y nacional es mucho más evidente, es esencial para nuestro país.
No pocas veces hemos leído -de algunos políticos- que la industria turística tiene poco valor añadido, y que España necesita una transformación de su modelo productivo.
No puedo estar más en desacuerdo.
Si bien es cierto que la industrialización de muchas zonas de España sería un objetivo muy necesario, no veo por qué este proceso no debería ser compatible con el sector turístico, tal y como Málaga está llevando a cabo con éxito.
En estos tiempos de crisis e incertidumbre es fundamental atraer inversión extranjera, y para ello, nosotros, el sector privado debemos seguir invirtiendo en formación, digitalización, idiomas, mayor servicio y por supuesto en transparencia, sin olvidar la implementación o creación de Certificados de Calidad y Seguridad Turística como algunos ya existentes internacionales.
Hay un enorme valor añadido en todo ello.
Entiendo también que la reinversión en los activos es fundamental, en este sentido la mejora de construcciones y el establecimiento de medidas de protección medioambiental relativas al consumo de agua y energía o a la reducción y la mejora del tratamiento de residuos, y todas las relacionadas con la climatización de las instalaciones van a tener un efecto muy positivo en la industria turística. Durante una semana vamos a ser un escaparate al mundo, y la oportunidad que nos brinda la Solheim Cup no puede ser desaprovechada.
En cuanto a la iniciativa pública, perfeccionar la conectividad de las redes de datos, mejorar las conexiones aéreas y ferroviarias en las principales ciudades de Andalucía, y que los aeropuertos amplíen sus espacios para evitar aglomeraciones y colas, son necesidades irrenunciables. La posibilidad de apoyar desde la administración la implantación de instalaciones aeroportuarias más reducidas y eficientes para la llegada de aviación comercial y especialmente privada supondría también un antes y un después para la costa mediterránea española.
Por tanto, más allá de señalar la dimensión y las consecuencias que la Solheim Cup deberían tener para todos, no me queda sino agradecer públicamente a todos y cada uno los que han trabajado incansablemente para traer su celebración a Finca Cortesín.
Jacobo Cestino
CEO, la Zagaleta Group