Paula Martí: “Ahora que hemos conseguido la Solheim Cup, tenemos que hacer mucho ruido”

De tener a Annika Sorenstam y Laura Davies en los posters de su habitación en su época universitaria a compartir entrenamientos, vivencias y partidos con ellas ante un rival imponente, el combinado estadounidense, en la Solheim Cup. Así de vertiginosa fue la experiencia de Paula Martí, segunda española que defendió el pabellón europeo y primera de las nuestras en obtener una victoria en un partido de la competición femenina más importante del mundo.

La leyenda de su participación en la Solheim Cup fue fraguándose poco a poco, como una delicada obra de orfebrería. Martí dio los pasos necesarios para abrirse camino en un competitivo panorama amateur, primero formando parte del equipo europeo que disputó la Junior Ryder Cup en 1995 y 1997 y después afianzándose en los Florida Gators de la universidad de este estado, uno de los conjuntos más potentes de la NCAA. Después de pasar por Estados Unidos y saltar al profesionalismo, la barcelonesa no tardó en dejar huella en el Ladies European Tour al adjudicarse dos victorias en 2001, su temporada de novata. Sus triunfos en Italia y Gran Bretaña no fueron más que un preludio de lo que llegaría en 2002, donde se impuso a principio de temporada en el EDUCOM ALPG Players’ Championship australiano, finalizó segunda en el Open Británico Femenino y encabezó la lista de ganancias del Ladies European Tour sucediendo a la aragonesa Raquel Carriedo, que lo había logrado el año anterior (y a quien ya hemos tenido en esta tribuna).

Con esta nómina de méritos acumulados en apenas dos años y su clasificación automática para la Solheim Cup que se jugaba en 2002 en el Interlachen Country Club de Minnesota, era natural que Dale Reid, capitana del equipo europeo de la Solheim Cup, y sus principales integrantes se fijaran en Martí como posible pilar del equipo. Después de la derrota estadounidense en 2000, Estados Unidos quería hacer valer el “factor campo” e imponerse a un ilustre equipo europeo en los que despuntaban Annika Sörenstam, Laura Davies, Helen Alfredsson, Sophie Gustafson o Raquel Carriedo, a quienes se sumaron Iben Tinning, Karine Icher, Maria Hjorth, Suzann Pettersen y Paula Martí, con la escocesa Dale Reid de nuevo al timón. 

Paula Martí se estrenaba en la competición de la mejor manera posible, ya que tenía el honor de inaugurarla con su primer golpe y, además, lograba la victoria el primer día de foursomes junto a Laura Davies contra otras rivales temibles, Juli Inkster y Laura Díaz. Martí se convertía en la primera española que conseguía una victoria en un partido de Solheim Cup. 

“Jugar en América es diferente por la influencia del público, pero fue una experiencia brutal formar parte de ese equipo. Además, recuerdo que la capitana me dijo: «Hay dos jugadoras que quieren jugar contigo: Annika y Laura Davies», con lo que menudo lujo… Y yo le respondí: «Como soy rookie, ponme con quien quieras que me llevo bien con todas». Me puso con Laura Davies e hicimos una gran pareja. De hecho, me llevo genial con ella a raíz de aquello”, recuerda Martí.

“Acabamos con eagle. Laura pegó un drive inhumano en el 18 y yo pegué una madera 3 que dejé a un metro. Acabamos el partido y Laura me dijo bromeando: «Oye, me has quitado todo el protagonismo. Lo has hecho todo tú», siempre con su ironía por delante”, recuerda Martí “Las jugadoras que hemos jugado un poquito bien, cuanto más público tienes y más presión, nos motivamos mucho más y nos crecemos. Te vuelves mejor en esos momentos y te apoyas en tu compañera, y Laura fue un gran apoyo. Jugué todos los matches con ella de pareja, aunque luego perdí el individual contra Laura Díaz. Creo que las europeas siempre hemos jugado muy bien en equipo, pero en la parte individual nos machacaban… aunque esa historia ha cambiado.”

Martí tuvo que vérselas con la plana mayor del equipo estadounidense, siempre con Laura Davies como compañera de fatigas, y en los fourballs vespertinos del primer día perdieron por un solo hoyo contra Rosie Jones y Cristie Kerr, mientras que al día siguiente, en foursomes, caían por 2&1 contra Meg Mallon y Juli Inkster. En los dos partidos, disputadísimos y decididos por detalles nimios, la “novata” española respondió a la confianza de su capitana y de su acreditada compañera.

“La capitana nos transmitió mucha seguridad. La labor de la capitana consiste en recordar a las jugadoras lo buenas que son, cuidarlas mucho esa semana, hacerles sentir que son ganadoras… y Reid lo hizo muy bien aunque no ganáramos. A mí me sirvió de gran experiencia. Siempre me he llevado genial con todas las jugadoras, incluso con las que eran top, de las que tenía posters en la habitación de la universidad. Compartir equipo con ellas fue todo un lujo. Sí que es verdad que llegas como novata y no sabes muy bien qué hacer, pero una vez que te integras en el equipo todo cambia”.

Paula Martí recuerda con cariño y nostalgia el bullicio del tee del uno y la animación del público, aunque ha detectado una evolución en la participación tanto de los espectadores como de las jugadoras.

“La influencia del público creo que empezó a notarse más en ediciones posteriores a la que yo jugué. Sí es cierto que había animación en el tee del 1, pero no puede compararse con la de las últimas ediciones, como 2017 o 2019. Se escuchaban las canciones de las americanas y de las europeas, pero no tan a lo grande como ahora, que las propias jugadoras piden más ruido y ¡menuda confianza exhiben! Ahora les gusta apoyarse más en el público, pero antes no se llevaba tanto. También es cierto que en Europa es diferente. En Escocia tienen mucha cultura de golf y gritan cuando tienen que gritar y aplauden cuando tienen que aplaudir, no cuando falla el rival”.

Se agolpan los recuerdos, pero a la barcelonesa se le quedó grabado el espíritu con el que las europeas afrontaron la competición, la unión de todas en pos de un mismo objetivo, independientemente de que la suerte acompañara.

“Lo mejor es el hecho de compartir un torneo. El golf es tan individual, estamos tan solas cuando competimos y viajamos por el mundo, que el hecho de apoyarte en otras, de estar todas juntas, recuerda a la época de amateur, cuando compartíamos equipos e íbamos a jugar las europeas. Buscas hacer equipo”.

La Solheim Cup marca a las jugadoras hasta tal punto que cualquier ocasión de vivir de nuevo la experiencia es aprovechada y atesorada, y Paula Martí tuvo la oportunidad de disfrutar de otra faceta del torneo al ejercer de ayudante del equipo a las órdenes de Annika Sorenstam y Catriona Matthew en las ediciones de 2017 y 2019.

“Para mí era un objetivo clave entrar en el equipo de la Solheim porque es un orgullo. Tuve la suerte de jugar en 2002 y en 2003 me quedé a las puertas, e incluso me llamó la capitana para decirme que le sabía muy mal no elegirme a costa de Helen Alfredsson. Disfruté de una gran experiencia y ojalá pudiese haber jugado muchas más. No gané la Solheim pero sí tengo una victoria como ayudante del equipo europeo y eso es muy satisfactorio. De entrada, que Annika Sorenstam me pidiera que la acompañara en aquella aventura fue un orgullo increíble para mí. Que la mejor jugadora de la historia te pida algo así… Tenía muchas ganas de formar parte con Annika del equipo y de volver a vivir la sensación de la competición y estar con las mejores del mundo. Fue una experiencia brutal formar parte del equipo aunque no ganáramos aquella vez. Cuando Catriona me lo volvió a pedir ya fue la bomba, y encima ganamos en Escocia. Fue alucinante: cómo fue la semana, cómo se ganó, el ambiente del equipo… Fue todo muy rodado”.

Después del triunfo en Escocia que vivió Paula Martí en 2019 y de la designación de Finca Cortesín (Costa del Sol, Andalucía) como sede de la edición 2023, la competición vive un momento fulgurante que no puede compararse con el impacto que tuvo su primera participación en el año 2002.

“En aquella época pasábamos más desapercibidas. El golf masculino ya tenía la referencia de la Ryder que se había jugado en España, y a jugadores como Seve, Olazábal, Miguel Ángel… pero de nosotras costaba más hablar. Esto ha cambiado muchísimo, con las redes sociales y las pedazo de jugadoras que tenemos ahora, como Carlota y Azahara, que están haciendo mucho bien al golf femenino español. Ahora que hemos conseguido la Solheim Cup tenemos que hacer mucho ruido. Tenemos que lograr que las chicas tengan la fama y el reconocimiento que merecen. Esperemos que estén las dos que ya forman del equipo y que se incorpore alguna de las nuevas generaciones”, remata Martí.

Como embajadora de la Solheim Cup 2023, Paula Martí estará vinculada una vez más a este histórico torneo que alberga en lo más hondo su corazón. Sus esfuerzos, los de Raquel Carriedo y los de Ana Belén Sánchez, nuestras tres primeras representantes en el torneo, fueron imprescindibles para abrir la puerta a otras jugadoras españolas que tanto brillaron en las ediciones posteriores, y serán una referencia ineludible para las que lleguen en el futuro. Ojalá conformen muchas de ellas el equipo europeo que se batirá en Finca Cortesín en 2023.